viernes, 6 de junio de 2008

Felicidad...

Dedicada a Hipnosi nocturna


No tengo claro si es una palabra que me gusta. Me resulta ambigua, caprichosa y subjetiva. Lo que nos hace felices a algunas personas, resulta incomprensible para otras. Nunca he entendido a las personas que son capaces de llorar porque su equipo deportivo favorito pierde un partido o una final. Sin embargo, es así y sus sentimientos de infelicidad son verdaderos. Tener casa propia para muchas personas es motivo de felicidad, pero relativa: ¿Hablamos de las hipotecas? O ¿hablamos de la felicidad de la persona que no tiene donde dormir, sin posibilidad de casa, ni de hipoteca, ni de alquiler y su único instante "feliz" es encontrar un rincón donde poder refugiarse durante unas horas?
Hace algunos años me ocurrió una anécdota curiosa a cuenta de la felicidad. Me había ausentado de mi trabajo a causa de la última de las infinitas travesuras de uno de mis hijos, con resultado de varios puntos de sutura en la cabeza. Un grupo de alumnas de la clase que estaba junto a la mía, me preguntó por el motivo de mi ausencia. Les comenté lo que me había sucedido y sorprendidas por mi respuesta me preguntaron:
- ¿Pero tú estás casada? ¿Tienes hijos?
- Sí, tengo dos hijos- contesté.
- Nunca lo hubiéramos dicho.
- Pero, ¿por qué?- pregunté muy sorprendida.
- Siempre te vemos tan contenta, tan alegre y feliz… Pensamos que eras soltera, hija.
Para ellas resultaba del todo incomprensible que una mujer con pareja e hijos y trabajando “fuera”, pudiera ir por la vida así de feliz. Me sometieron a un interrogatorio de primer grado para hacerme la ficha completa: cuántos años tenía, cuantos años llevaba casada, qué edad tenían mis hijos, si me ayudaba alguien en casa, si tenía familia cerca…
Claro, era evidente para ellas:
- Mírala y tan contenta. Casada, dos hijos, trabajando dentro y fuera de su casa y con la familia muy lejos; sola, la pobre… Si es que es muy joven. Eso será…
Para después sentenciar:
- Niña, pues disfruta ahora, que ya te enterarás…
Estas mujeres, con la perspectiva que proporciona la edad, tenían claro lo efímero de la felicidad y la importancia que tiene ser conscientes de este hecho y atrapar esos pasajeros momentos. Con esto no quiero decir que estemos en permanente estado de infelicidad. Lo que sí parece ser es que los momentos de “gran” felicidad se producen, a veces, después de momentos de gran esfuerzo, en los que hemos tenido que trabajar duro, nos hemos sentido agobiados y no precisamente felices, para después conseguir aquello por los que hemos luchado. Es contradictorio, parece que continuamente invertimos nuestro tiempo en conseguir aquello que creemos que nos va hacer felices con mayúsculas.
Pocas veces utilizamos el adjetivo “feliz” para describir situaciones satisfactorias y agradables para nuestro ánimo. Sacamos una ristra de sinónimos para ello: contenta, alegre, orgulloso, encantada, etc. La palabra “feliz” quizás parezca un poco pastelosa. Por ejemplo, hace un rato, me he levantado de la silla y me he asomado a la ventana. He encendido un cigarrillo. La sensación ha sido muy agradable: día soleado, vista bonita, calle tranquila, hoy es “san viernes”… ¿He sido feliz? Probablemente, pero nunca lo hubiera expresado así. Si venimos con mal humor de nuestro trabajo porque hemos discutido con un compañero o compañera, lo habitual es que digamos que estamos cabreados, agobiadas, enfadados. Nadie dice: ¡que infeliz he sido hoy! Parece que las palabras felicidad e infelicidad las guardemos para las grandes ocasiones.
Pienso que no podemos estar en estado de permanente “felicidad” o “infelicidad”, debemos ser tolerantes ante la frustración y actuar como un equilibrista en la cuerda floja, unas veces hacia un lado y otras, hacia el otro con la posibilidad de andar o desandar lo recorrido en soledad o con compañía; sin quedarnos catatónicos, inmóviles en mitad de la cuerda y contemplando el vacío. Nuestra cintura tiene que ser ancha y flexible para movernos con soltura por la vida.
A menudo, personas muy cercanas, cuando comentan alguna peculiaridad de mi carácter dicen: ¿Violeta? ¡Ella es feliz! Al principio, me sentía molesta, porque parece que ser o sentirse feliz de manera habitual, es sinónimo de despreocupación y un signo que caracteriza a una persona “vivalavirgen”. Pues no es así, quizás tenga que ver donde pone cada persona el listón de su ambición. Es buscar el equilibrio entre el esfuerzo que estás dispuesta a hacer y el resultado que vas a obtener. Preguntarte y analizar si merece la pena emprender un viaje, si a lo mejor el destino elegido no es el adecuado y decidir lo que te permite respirar a pulmón abierto, sin ahogos.
La definición de la Real Academia de la Lengua Española, disculpen los señores y señoras académicas, se queda muy, pero que muy corta. Dice:

(Del lat. felicĭtas, -ātis).
1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.
2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.
3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.

Si hiciéramos una entrevista en la calle sobre la felicidad, tendríamos miles y miles de respuestas distintas. Creo que definitivamente me gusta, me he reconciliado con la “felicidad”. Es una palabra acogedora, tolerante y diversa porque en ella caben todas y cada una de las definiciones personales y únicas de cada uno de nosotros y nosotras. Porque según nos vaya la vida , las personas tenemos diferentes conceptos sobre la felicidad. ¡Y tanto! Podemos preguntar en Somalia o en Irak que es ser feliz, o a una mujer maltratada, o a un inmigrante discriminado y explotado, o...
Me inclino por las palabras de Borges sobre la felicidad: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos un instante, en el paraíso”.
Y os pregunto: ¿Visitáis a menudo el Paraíso?

1 comentario:

  1. Me alegra ver, perdón, me hace feliz, ver que con los años vamos apreciando y reconciliándonos con este tan buscado tesoro llamado felicidad.

    Cada una en su estilo, ha llegado a conclusiones parecidas. Debe ser que no estamos del todo equivocadas.

    Y, sí, además de caóticas, ser receptivas, o intuitivas, y provocar "yuyus" por el mundo, nos llaman "vivalavirgen", jejejeje (a mi, últimamente, más que antes).

    Cuesta, cuesta, pero se llega a saber que es, al fin.

    Besos sapientísima Violeta

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