miércoles, 25 de junio de 2008

Cara de ángel (Capítulo I)




Jonatan tiene cara de ángel a punto de ser expulsado de algún paraíso. María se encuentra abrumada tratando de decidir que hacer con aquella pulga en apariencia inocente, pero capaz de lo peor si las cosas vienen viradas. Cuando lo llama al orden le pone cara de no haber roto un plato en su vida, pero si baja la vista su rostro se ilumina con una sonrisa burlona. ¿Qué hago con él? Se repite esta mañana después de que la profesora de “mates” lo hubiese echado de la clase porque le había plantado cara y se negaba a obedecer sus instrucciones. Si continúas sin hacer nada te echaré de clase. Pues échame, mejor, así no te veo. Mira que te hablo en serio y además te pondré un parte. Otra pena pa mi chocho, y como no tengo, ni tengo pena ni tengo na. Le contestó desafiante. Aquí ya se ganó la expulsión directa a la Jefatura de Estudios, donde María lo recibió por enésima vez esa semana, y eso que sólo era miércoles. ¿Qué hago con él? Se repite, tratando de estrujar su cerebro en busca de alguna idea que le pueda ayudar a corregir y mejorar la conducta del bichejo. María es una mujer madura de cuarentaypocos años a la que su trabajo todavía le resulta grato. No ha caído aún en la decepción que abruma a muchos de sus colegas y que les hace pasto de la desesperanza, del escepticismo y del aislamiento de la realidad; en ocasiones también del cinismo. No es una profesora quemada. Aunque, a decir verdad, la actitud y el comportamiento de Jonatan la están trastornando un poco.
Frente a ella tiene a un individuo con cara de querubín, pequeño, delgado y vestido de forma desaliñada, como si le hubiesen tirado la ropa al cuerpo en el momento de levantarse. Jonatan tiene el pelo rubio, pero no con el tono dorado de los niños pijos, sino ese sucio y apagado que tienen los niños pobres, un rubio bajuno. Sus ojos son azules y vivos, de un azul profundo, acostumbrados a contemplar una carga de realidad extraordinariamente superior y más terrible que la de los niños de su edad. Esos ojos claros de mirada seráfica se transforman en un pispas en el principal argumento de una expresión contundente y perversa capaz de impresionar al más pintado. Cuando pone cara de malo acojona a aquellos que la reciben, sea un profesor u otro estudiante. Hay otros rasgos de su físico que llaman la atención: su pelo crespo y enhiesto desafiando la gravedad por mor de la gomina, aunque en ocasiones viene con el pelo tintado de colores recordando una piel de tigre, lo que le añade un halo de libertad y de agresividad que envidian unos y que temen otros. Los ojos miel de María se posan en los azules de Jonatan con poca convicción. Éste sabe, sólo con la confrontación de sus miradas, que María hoy no tomará una decisión drástica, todo lo más se limitará a regañarle y a intentar comerle el coco. Él pondrá cara de no haber roto un plato y le dirá que se arrepiente y que tiene razón, además de prometerle mecánicamente que no lo volverá a hacer más. María se enreda en sus propias vacilaciones y se deja atrapar en un laberinto de sentimientos contradictorios. Al final de este proceso, como es natural, gana Jonatan.
María, en casa, no consigue doblegar el recuerdo recurrente de Jonatan. Su cabeza, como un disco rallado, se encuentra asediada por un fárrago de sentimientos que la conducen a un laberinto de emociones que la atrapan igual que una araña a su presa. Esta tarde no puede concentrarse ni pensar en otra cosa. Mientras tanto, casi sin darse cuenta, un sentimiento de lástima se introduce maliciosamente en su cerebro y perturba, saboteador eficaz, su razonamiento. Como en un universo paralelo, el saxofón de John Coltrane estremece como un latigazo la tarde cenicienta del incipiente noviembre. Las notas sublimes del Salmo de “A Love Supreme” discurren huérfanas de atención y se escapan por la ventana entreabierta del piso para perderse como humo sonoro en el gris de la tarde. A María le gusta escuchar este disco, además de por lo conmovedor de su música, porque fue grabado el mismo día y año en que ella nació. Le gusta observar ese tipo de coincidencias intrascendentes. No obstante, hoy no consigue concentrarse y disfrutar con el músico de Hamlet.

Relato corto: El sol negro
Escrito por Martín Almodóvar

1 comentario:

  1. Me alegro de haberte conocido en el Congreso de Internet en Granada. Ya te tengo "fichada" a través de READER. Feliz verano!!!

    ResponderEliminar