lunes, 9 de junio de 2008

Capítulo III: El legado (Violetas con historia)







Teníamos instrucciones muy precisas. A las nueve de la mañana debíamos estar en la puerta del único tinglado₁ del puerto viejo que quedaba en pie. Recibiríamos una llamada de Olivia Menta, indicándonos el lugar exacto de la cita. De repente, sonó lo que parecía un estrepitoso cañonazo. Las tres nos quedamos paralizadas.
- Pero ¿qué ha sido eso?- dijo Loto.
- Me ha parecido un cañonazo, pero no puede ser…- dudó Gardenia.
Vimos como salía humo de la bocacalle que desembocaba en la Plaza San Miguel. Fue entonces cuando caí en la cuenta que era 29 de septiembre, San Miguel, patrón del barrio marinero.
- ¡Que es la fiesta Mayor del barrio y hoy es el día del cañón!- exclamé emocionada.
- ¿Qué cañón, Violeta?- dijeron mis hermanas un poco exaltadas.
- Que sale un tío vestido de Napoleón, tirando cañonazos de caramelos y dulces.
- ¡Anda ya!- incrédulas mis hermanas.
- ¡Qué sí, ya veréis! ¡Vamos a la Plaza San Miguel y lo comprobáis!
Y me vi allí, con mi vestido de piqué y mis Merceditas de charol negro, esperando con impaciencia y nerviosismo, la consigna ya conocida y repetida: ¡Señor rector, queremos el cañón! Las puertas de la iglesia se abren y aparece el cura tirando del cañón. Hace entrega solemne del mismo a “Napoleón” que se dispone a cargarlo de pólvora y caramelos. Y de golpe, perfectamente sincronizados, todos los niños y niñas del barrio nos tiramos al suelo, unos encima de otros, riendo y gritando. Y: ¡Buuummmm! Primer cañonazo. Los caramelos volando por los aires y toda la chiquillería, hecha un amasijo de brazos y piernas, nos levantamos apresurados para recoger los preciados dulces y caramelos. Nos recorrimos todas las calles del barrio a cañonazo limpio. Al final de la mañana, me picaban los ojos y la garganta, me dolían los oídos y me escocían las rodillas, pero estaba feliz.
La llamada de Olivia Menta me devolvió a la realidad. Nos esperaba en la calle Baluarte, 112. Subimos por una estrecha escalera, sin apenas luz, tropezando unas con otras y riendo, hasta que llegamos al último piso, que resultó ser un minúsculo ático de dos habitaciones. El intenso olor a mar de aquella pequeña terraza, me recordó como al volver de la escuela, tiraba la maleta de libros y las sandalias en la escalera del edificio donde vivía mi abuela. Corría hasta la playa para darme un chapuzón antes de almorzar. Y parecía que escuchaba, nítidamente, las voces de mi madre y mis tías desde el balcón de la casa: ¡Y esta niña! ¡Tiene vicio con la mar!
Olivia Menta era menuda y muy vivaracha. Nos ofreció café con leche condensada y no le supimos decir que no. Sus vivos ojos nos miraban con un inusitado interés y moviendo la cabeza continuamente, asentía. No dejaba de decir lo mucho que nos parecíamos a la abuela Violeta.
Después de un rato de preguntas sobre nuestra vida, se dio cuenta de la evidente impaciencia que empezábamos a manifestar y nos dijo:
- Sé qué estáis expectantes y tenéis muchas preguntas sobre vuestra abuela y su militancia en el AUM. Hoy tengo un poco de prisa porque tengo que hacer otra entrega, pero no preocuparos, ahora mismo os transfiero el legado de mi querida amiga Violeta. Necesito vuestra ayuda, ya que son varias cajas y yo, ya veis, no estoy para muchos trotes.
Mientras la seguíamos hasta su alcoba, yo imaginaba no sé qué clase de baúles historiados, pero resultaron ser tres cajas de cartón a rayas de colorines de las que venden en los “chinos”. En las tapas de las cajas estaba escrito con leras mayúsculas AUM: Sección Violetas.
Olivia miró el reloj de pared que tenía colgado en la pequeña salita y le entró una prisa incomprensible. Nos dijo que teníamos que despedirnos, empujándonos hacia la puerta. Ante nuestras tímidas protestas, se ofreció a concertar otra cita con nosotras, puesto que tenía que darnos instrucciones precisas sobre la conservación del legado.
Cuando ya habíamos descendido la mitad de la escalera, no pude frenar mi impulso y volví a subir. Abrió una Olivia con cara contrariada, pero esa circunstancia no me contuvo:
- Olivia, sólo quiero que me responda a una pregunta.
- Diiiime…- me contestó con tono aburrido.
- ¿Qué es el AUM?
Me miró muy fijamente y susurró:

- El Álbum Universal de las Mujeres.




Imágenes de la Galería pública Barceloneta

(1) Tinglado: "...aquellas enormes naves llenas de ves a saber cuántos tesoros traídos en barcos exóticos. Gozaba pensando en qué debía haber dentro. ¿Qué contenían? Ya hacía tiempo que había preguntado qué era un "tinglado" y me sabía poseedora de un conocimiento que no todos los niños tenían, sólo los que estábamos relacionados con el puerto de alguna manera. En aquellos almacenes se acumulaba todo lo que transportaban los cargueros que atracaban en los muelles y todo estaba mezclado. Me imaginaba entonces que todo estaba metido allí de forma desordenada y en la mente veía imágenes de objetos inimaginables para los adultos, apilados en montañas descomunales donde era difícil encontrar nada. Y me preguntaba cómo podían localizar algo después. Fui muy consciente, ya desde entonces, de lo que quería decir el concepto: "Esto es un tinglado". (Bella y exacta descripción de Gardenia Turpin, alias la nocturna)

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