domingo, 29 de junio de 2008

La abuela Carmen (Capítulo III)



Llega a casa de su abuela Carmen y la encuentra sentada frente al televisor observando lo que ocurre en el programa de Gran Hermano al que se ha aficionado y sigue diariamente. Conoce al dedillo la vida de estos personajes que venden su intimidad por llegar a ser famosos y reconocidos cuando salgan a la calle. No serán famosos por hacer algo importante para los demás sino por criticar, insultar y despellejar a sus compañeros. Pero a ella le gusta, se sienta en su raído sillón y, sin esfuerzo, se empapa de la ración diaria de odios y traiciones. Carmen es bajita y regordeta; tiene el pelo cano recogido por un moño; su carácter es vivo, aunque se le nota el cansancio a la legua. Su marido murió hace seis años y la dejó viuda, con dos hijas y un hijo. El menor murió de SIDA hace ahora dos años y es el responsable de la mayoría de sus arrugas y de la desilusión que emana de sus ojillos claros. La mayor está viviendo con su marido en Barcelona desde que se casó, va para cinco años ya, poco después de que faltara su padre. Y la mediana, Julita, la madre de Jonatan, vive con ella desde que el marido la abandonara embarazada. Abuela, ¿mi madre ha vuelto ya? Carmen niega con la cabeza, con un gesto mecánico y preocupado. ¿Ni tampoco ha llamao? Suena un “no” arrastrado de la abuela, pero no dice nada más. Guarda silencio y sigue mirando la pantalla con ojos transparentes. No obstante le quedan fuerzas para reprocharle a Jonatan que ha estado fuera toda la tarde sin aparecer por la casa. No has merendado, le dice. Abuela, no tenía hambre. ¿Dónde has estado, sinvergüenza? En la calle abuela, que pesada eres, siempre preguntas lo mismo. Y tú, siempre me respondes igual. Entonces, ¿pa que me lo preguntas? Si sabes lo que te voy a contestar. ¿Has cenado? Sí, me voy a acostar, estoy cansado. Se mete en su habitación, se introduce en la cama y enciende la televisión. Busca con el mando a distancia el programa que quiere ver y se deja adormecer por una emisión de anuncios entrecortada a veces por una película. Se le abre la boca y cierra los ojos. Lucha por mantenerse despierto, pero los párpados parece que son de cemento. El forcejeo se mantiene durante diez minutos más, pero al final, como un guerrero extenuado, se rinde al sueño. En su mente, como un ascua solitaria, lucha por no desaparecer la preocupación por su madre.
Una sacudida suave, pero contundente, de una mano pequeña y regordeta saca a Jonatan del sueño erótico que estaba disfrutando con “la viuda de blanco”. Me cago en la puta, exclama para sí. De esa forma manifiesta su frustración por el apetecible desenlace del sueño perdido mientras se tapa la cabeza con la cobija de la cama. Permanece unos segundos en posición fetal pensando que hoy no ha tenido las pesadillas que habitualmente le angustian. Mejor, piensa. A continuación despide con un brusco movimiento de manos y pies la sábana y manta que lo protegen del leve frío otoñal y de la humedad del tiempo de levante. Coge del suelo los pantalones, la camiseta y el jersey que anoche se quitó y se los pone mecánicamente mientras murmura entre dientes: Y no le caerá una bomba a la escuela, maldita sea... Tengo que levantarme tan temprano y hacer lo que los maestros quieran. Y la peor de todos la “Pelua” que está dale que te pego con las tablas y con las divisiones como si fuera un niño pequeño. La odio. No me deja tranquilo, siempre gritándome y echándome de clase. Un día de estos va a tener un problema serio conmigo. La voz de la abuela que lo llama para desayunar lo saca por un momento de su reconcomio. No puedo abuela, se me hace tarde. Me tomaré un bollo en el instituto. Bebe de pie la taza de café negro que Carmen le ha preparado y coge los tres euros que ésta le ha dejado sobre la mesa. Antes de salir, se aproxima al dormitorio de su madre y comprueba que se encuentra allí convertida en un ovillo informe debajo de una manta. Esto lo tranquiliza y suaviza el mal humor con el que se ha levantado. La besa en la frente con cuidado de no despertarla, cierra con suavidad la puerta de la habitación y se marcha al instituto.



Relato corto: El sol negro
Escrito por Martín Almodóvar

viernes, 27 de junio de 2008

El barrio (Capítulo II)

Jonatan, en ese mismo momento, se encuentra en su barrio rompiendo los últimos cristales de un pabellón polideportivo que, a pesar de haber sido construido hace diez años, nunca ha sido abierto para el disfrute de los habitantes de su degradada barriada. Hay que decir que si bien no ha sido usado, sí ha sido inaugurado en los días previos a una de las frecuentes campañas electorales de la época. Hubo discurso del Alcalde “Presunto” (llamado así porque hasta ahora en sus múltiples experiencias judiciales no ha pasado de ahí) y hasta el arcipreste de la localidad distribuyó agua bendita por las instalaciones y ofreció la complicidad divina a los representantes del César inmobiliario. Después de diez años cerrado, se puede decir sin faltar a la verdad que ni dios ha jugado ahí, a pesar de la intermediación de su representante en la ciudad. Pasada la campaña electoral nadie se volvió a acordar del polideportivo. Y es que hay personas y barrios que están olvidados de la mano de Dios e incluso de su arcipreste en la ciudad. Jonatan compite con otros chavales por ser el que más puntería demuestra, con una frenética actividad y celebrando con gritos y saltos sus aciertos. Jonatan insulta y empuja a sus colegas si éstos le discuten su primacía vandálica. Son amigos, pero él quiere dejar bien claro “quién manda” en la banda.
Cerca de allí, a no más de quince metros, un grupo de abuelos observa la escena y no parece importarles mucho lo que estos cachorros hacen. Contemplan el episodio con la naturalidad de lo cotidiano y con la insensibilidad que producen las noticias de los telediarios. Ni un reproche, ni una censura, ni una palabra, ni un gesto reprobatorio. Todo lo más, un comentario al margen para ilustrar el incívico esfuerzo: los chavales de hoy no saben ni tirar piedras.
En la parte trasera del edificio, semiocultos, cinco jóvenes fuman hachís y hablan de los trapicheos de la jornada. Mientras los demás fuman, uno de gafas y ojos extraviados está afanado liando un petardo de considerables dimensiones, el papel de liar Smoking y un paquete de rubio americano al lado de su rodilla izquierda y el mechero clipper al lado de la otra. Está rulando con los dedos la mezcla, tactándola con pericia de experto hasta conseguir la forma deseada. Le inserta la boquilla y de un rápido lengüetazo pega el papel. Lo tantea para terminar de darle forma como un afinador y le hace un moñete final con el papel sobrante. Mientras el de los ojos extraviados termina de hacer el porro, los demás charlan sobre lo buena que está la Jennifer, lo que hace que el manipulador de hachís exhale un exabrupto dirigido contra la tranquilidad de sus progenitoras. Me cago en vuestra puta madre. Lo que levanta grandes risotadas del resto del grupo. A mi hermana la dejáis tranquila, que sea un poco puta ese no es vuestro problema, es pa comer y pagarse sus necesidades. Los demás tranquilizan al Gafas. Tranqui tío, era una broma, y pasa ya ese petardo que me quemao el labio. El gafas pasa el porro con solidaria docilidad y continúan con su cháchara anterior ajenos al entorno.
La luz plomiza de Levante de esta tarde otoñal va siendo lentamente aniquilada por la noche impaciente. El barrio se inunda de oscuridad, apenas alguna bombilla o farola festonean el paisaje crepuscular. Una nueva agitación comienza a suceder entre el contraste de luz que despiden las geometrías de las ventanas y la densa oscuridad del entorno. Cientos de habitantes del barrio, como hormigas programadas, acumulan bolsas de basura, cajas de cartón, restos orgánicos y fluidos corporales entre los contenedores y otros lugares con etiquetas rotuladas que dicen “no arrojar basura”. El barrio se inunda de nuevos olores y algunos individuos rebuscan entre los desperdicios algo de valor para unas vidas sin valor. Las luces de los faros de los coches, con su intermitencia, iluminan de tanto en tanto las calles más transitadas. Jonatan y su banda, el Gafas y sus amigos coinciden en una hamburguesería ambulante que hace negocio en el barrio. Piden, con la soltura que les da la experiencia, su manduca respectiva y se sientan bajo la luz mortecina de la furgoneta. El Gafas se dirige a Jonatan y le propone: Jony, ¿vienes al colegio esta noche?, dice el Chapas que han traído unos ordenadores nuevos... Jonatan sopesa el ofrecimiento del Gafas, pero le dice que no. Venga hombre, no seas cagao si está chupao y podemos sacarnos unos talegos por la cara. Jonatan se reafirma en su negativa. Tengo que irme a casa, esta noche no puedo, otra vez será. Se levanta a medio terminar el bollo de lomo con la coca-cola y arroja el pan al suelo, contra el bordillo de la acera, justo al lado de una papelera huérfana de contenido y deteriorada por el paso del tiempo, la falta de mantenimiento y el maltrato diario. Se aleja con la lata en la mano, bebiendo repetidos sorbos hasta que se cansa y la lanza por encima de una tapia, devolviéndole la noche un ruido encadenado y metálico durante breves segundos seguido de un grito seco: ¡cabrón!. Ni se inmuta, continua andando tranquilo y pensando: Hay que ver como se pone, si sólo ha sido una broma.

Relato corto: El sol negro
Escrito por Martín Almodóvar


miércoles, 25 de junio de 2008

Cara de ángel (Capítulo I)




Jonatan tiene cara de ángel a punto de ser expulsado de algún paraíso. María se encuentra abrumada tratando de decidir que hacer con aquella pulga en apariencia inocente, pero capaz de lo peor si las cosas vienen viradas. Cuando lo llama al orden le pone cara de no haber roto un plato en su vida, pero si baja la vista su rostro se ilumina con una sonrisa burlona. ¿Qué hago con él? Se repite esta mañana después de que la profesora de “mates” lo hubiese echado de la clase porque le había plantado cara y se negaba a obedecer sus instrucciones. Si continúas sin hacer nada te echaré de clase. Pues échame, mejor, así no te veo. Mira que te hablo en serio y además te pondré un parte. Otra pena pa mi chocho, y como no tengo, ni tengo pena ni tengo na. Le contestó desafiante. Aquí ya se ganó la expulsión directa a la Jefatura de Estudios, donde María lo recibió por enésima vez esa semana, y eso que sólo era miércoles. ¿Qué hago con él? Se repite, tratando de estrujar su cerebro en busca de alguna idea que le pueda ayudar a corregir y mejorar la conducta del bichejo. María es una mujer madura de cuarentaypocos años a la que su trabajo todavía le resulta grato. No ha caído aún en la decepción que abruma a muchos de sus colegas y que les hace pasto de la desesperanza, del escepticismo y del aislamiento de la realidad; en ocasiones también del cinismo. No es una profesora quemada. Aunque, a decir verdad, la actitud y el comportamiento de Jonatan la están trastornando un poco.
Frente a ella tiene a un individuo con cara de querubín, pequeño, delgado y vestido de forma desaliñada, como si le hubiesen tirado la ropa al cuerpo en el momento de levantarse. Jonatan tiene el pelo rubio, pero no con el tono dorado de los niños pijos, sino ese sucio y apagado que tienen los niños pobres, un rubio bajuno. Sus ojos son azules y vivos, de un azul profundo, acostumbrados a contemplar una carga de realidad extraordinariamente superior y más terrible que la de los niños de su edad. Esos ojos claros de mirada seráfica se transforman en un pispas en el principal argumento de una expresión contundente y perversa capaz de impresionar al más pintado. Cuando pone cara de malo acojona a aquellos que la reciben, sea un profesor u otro estudiante. Hay otros rasgos de su físico que llaman la atención: su pelo crespo y enhiesto desafiando la gravedad por mor de la gomina, aunque en ocasiones viene con el pelo tintado de colores recordando una piel de tigre, lo que le añade un halo de libertad y de agresividad que envidian unos y que temen otros. Los ojos miel de María se posan en los azules de Jonatan con poca convicción. Éste sabe, sólo con la confrontación de sus miradas, que María hoy no tomará una decisión drástica, todo lo más se limitará a regañarle y a intentar comerle el coco. Él pondrá cara de no haber roto un plato y le dirá que se arrepiente y que tiene razón, además de prometerle mecánicamente que no lo volverá a hacer más. María se enreda en sus propias vacilaciones y se deja atrapar en un laberinto de sentimientos contradictorios. Al final de este proceso, como es natural, gana Jonatan.
María, en casa, no consigue doblegar el recuerdo recurrente de Jonatan. Su cabeza, como un disco rallado, se encuentra asediada por un fárrago de sentimientos que la conducen a un laberinto de emociones que la atrapan igual que una araña a su presa. Esta tarde no puede concentrarse ni pensar en otra cosa. Mientras tanto, casi sin darse cuenta, un sentimiento de lástima se introduce maliciosamente en su cerebro y perturba, saboteador eficaz, su razonamiento. Como en un universo paralelo, el saxofón de John Coltrane estremece como un latigazo la tarde cenicienta del incipiente noviembre. Las notas sublimes del Salmo de “A Love Supreme” discurren huérfanas de atención y se escapan por la ventana entreabierta del piso para perderse como humo sonoro en el gris de la tarde. A María le gusta escuchar este disco, además de por lo conmovedor de su música, porque fue grabado el mismo día y año en que ella nació. Le gusta observar ese tipo de coincidencias intrascendentes. No obstante, hoy no consigue concentrarse y disfrutar con el músico de Hamlet.

Relato corto: El sol negro
Escrito por Martín Almodóvar

martes, 24 de junio de 2008

Buenas noticias: Un aulladero Inspirador


Por Maria Ladi Londoño

Iniciamos la construcción de un aulladero. Espacio donde puedan aullar en contra de la violencia, todas aquellas que tienen gritos atorados en sus gargantas, para ser nutrido por las mujeres comprometidas con un mundo más justo.

Los aullidos y gritos de tristeza, queja, alerta, o dolor, agudos cortos o prolongados, -a nuestro alcance-, facilitan expresar emociones y divulgar opiniones cuando son difíciles de hacer visibles por otros medios. En tal sentido, el aulladero del Colectivo de Mujeres Pazíficas de Cali puede llegar a ser una megaconstrucción inspiradora y de fuerza para rechazar las atrocidades que desconocen la dignidad humana, la vida de las personas, la justicia social y la equidad. Digamos por que aullamos, porqué no podemos seguir calladas. Por tanto:


Aullemos Mujeres. Aullemos. Dejemos salir con gritos, el dolor que nos ahoga por casi medio siglo de violencia armada en Colombia; por los genocidios, las masacres, los descuartizamientos y soledad de las y los torturados.

Aullemos para sacudir la inercia, propia y de esta sociedad que tolera, encuentra, acepta explicaciones y valida las violencias armadas que siembran con sangre el suelo colombiano.Aullemos con profunda tristeza, por la impotencia y frustración de no encontrar cómo torcer la agobiante realidad.

Aullemos por la desolación y desesperanza de las miles de víctimas de motosierras y fosas comunes. Por los horrores de la violencia que parecen no tener fondo.

Aullemos por la pequeñez de quienes, con el poder para cambiar la situación, privilegian sus intereses particulares y miopes vanidades.

Aullemos para manejar la abrumadora e inútil culpabilidad, de vivir con comodidad, en realidades paralelas al horror. Para exorcizar la costumbre desastrosa de ver que se aceptan social y políticamente a criminales y verdugos.

Aullemos Mujeres, de forma prolongada para despertar conciencia y avivar iniciativas de intervención. Para promover capacidad y pensamiento críticos frente a quienes mercadean poder con base en la muerte, y marchitamiento de la vida.

AULLEMOS. Mientras las condiciones del entorno en que vivimos nos agobien con la insoportable situación de violencia y agresión que caracteriza esta sociedad. Quizás un día nuestros gritos fragilicen los valores y el valor social de quienes pregonan la intolerancia y riego de sangre humana.Y seguramente nuestros bramidos construirán un aulladero inspirador de iniciativas pacifistas y humanizadoras

Aullemos Mujeres. Aullemos...




El "meme" de la felicidad

Mi amiga virtual, Merche, me ha embarcado en esto de los “memes”. Bueno, a ver que me sale...

Este meme trata de: Escribir seis cosas sin importancia que nos hagan felices, incluir el enlace de la persona que nos ha elegido, hacer constar las reglas en el blog, elegir seis personas para continuar el desafío y avisar a estas personas con el correspondiente comentario.

Pequeñas cosas intrascendentes que me hacen feliz:


1. No hacer nada los viernes por la tarde y cuando digo nada, es nada. Me explico: tumbarme en el sofá con la tele puesta en un programa indefinido, y disfrutar del sueñecito, que despacito, te va invadiendo. Despertarte y no saber ni que hora es.


2. Oler, oír, ver el mar.


3. Levantarme temprano, cuando la casa aún está en silencio y sin lavarme la cara, sentarme en el escalón de mi patio y tomarme el primer café, con el fresquito de la mañana.


4. Estrenar unos zapatos nuevos. Debe ser una reminiscencia infantil...


5. Cuando llega el verano, andar descalza y oír las regañinas de toda la comunidad familiar, comentando el mal ejemplo que doy, que no tengo remedio... ¡Me encanta!


6. Una copa o dos... de cava fresquito, sin un motivo especial.
Y añado una séptima y es escuchar esta canción que me recuerda a mis hijos Olmo y Martín y su alegría y filosofía de la vida:






Para continuar este meme elijo a: Hipnosi nocturna, Cardito de puchero, Tiro p´alante, Tio Jimeno, No voy a tirar la toalla
Animaros y haced algún comentario sobre las seis pequeñas cosas que os hacen felices.


lunes, 23 de junio de 2008

Entre limones




Entre limones: Historia de un optimista
Autor: Stewart, Cris
Editorial: Books4pocket

Reseña de Books4pocket:

"Entre limones es una de esas cosas raras y maravillosas: un libro divertido e intuitivo que encanta desde la primera página a la última... y es que alguien que, sin tener ni idea y sin pensárselo dos veces, se mete a reconstruir y llevar un cortijo en un rincón perdido de una sierra de España, claramente no puede estar haciendo nada malo.
Chris nos transporta a Las Alpujarras y nos mete en una serie de contratiempos con una combinación simpática de pastores campesinos, viajeros New Age y expatriados. El verdadero héroe del asunto, sin embargo, es el cortijo que él y Ana compraron: "El Valero" -un auténtico parche de montaña lleno de aceitunas, almendros y limones, asentado en el lado equivocado de un río, con ninguna vía de acceso, ni abastecimiento de agua, ni electricidad. ¿Podría ofrecer la vida algo mejor?"
Chris Stewart fue batería en los inicios del mítico grupo Génesis, aunque decidió dejarlo para viajar por medio mundo. desde que escribió Entre limones, continúa viviendo en su cortijo junto a su esposa y su hija Chlöe, y con numerosos perros, gatos, pollos, ovejas, su loro misántropo y, para arrepentimiento de Ana, una recién estrenada guitarra.

sábado, 21 de junio de 2008

Mis colegas y yo, preparando el baile de fin de curso

A diferencia de los bailes horteros que se preparan en algunos centros escolares para la fiesta de fin de curso, nosotras, sencillas a la par de elegantes, nos hemos decidido por el Lago de los cisnes. Aquí podéis percibir la gracia y perfección de nuestros movimientos...

Esto, sólo fue un ensayo. Ahora mirad el resultado final, ha merecido la pena:

viernes, 20 de junio de 2008

El extraño caso de la Dra. Ere y Mrs Erre

Letra complicada hasta para darle un lugar en el abecedario. La RAE nos dice que es la vigesimo primera y María Moliner, la decimonovena. Me han dicho que en su juventud era muy aficionada al hongo cornezuelo del centeno y que derivó en una adicción severa que le ha producido una pérdida del control irreversible. Su doble personalidad nos ha complicado la vida desde la más tierna infancia: que si carta se escribe con una r, que si correo se escribe con dos, que carrera, la primera con dos y la segunda con una. Y esto se complica, pues las palabras que empiezan por r suenan fuerte. Fácil. ¡Ya está! La colocamos doble ¡Nooo! Resulta que aparece Mrs. Erre disfrazada de la Dra. Ere y llevan sólo una r y nos amarga la existencia… Si además se pasa con el cornezuelo y se junta con las consonantes b, l, n, o s, que la ponen "postconsonántica" pérdida, ni te cuento…
Con el tiempo te acostumbras a sus impertinentes cambios y te das cuenta que la Mrs. Erre no es tan mala como la pintan. Si tiene un buen día y aparca su retahíla de reproches, nos puede reactivar, nos ayuda a resistir y a sobre todo a razonar.
Letra extraña y divergente.

jueves, 19 de junio de 2008

Odio el cambio de ropa...



Ya está aquí el verano. Y claro, a estas alturas, como siempre, mi armario es un caos. Mi madre diría, más enérgicamente, una leonera. El panorama es desolador, los jerséis de "cuellovuelto", los pantalones de pana y las bufandas luchando por un mismo espacio con las camisetas de tirantes, bañadores y pantalones coquineros. Pues bien, en un acto heroico anuncié públicamente, sobre todo para no arrepentirme y no ser pasto de posteriores críticas familiares, que este fin de semana haría el cambio de ropa de invierno a verano.
Yo tengo un vestidor con una planta y un ático ¿Qué no lo habéis oído nunca? Seguro que sí. La primera planta es un armario con tres puertas, el ático, más conocido popularmente como el altillo, es el espacio donde puedes esconder la ropa de la estación contraria con o sin orden, estando a resguardo de las miradas de cuñadas, cuñados y hermanas criticonas.
Todos los cambios de estación me plantean el mismo dilema. ¿Es mejor vaciar antes el ático y hacer un trasvase progresivo y ordenado de la ropa de la primera planta o vaciar la primera planta y hacer lo contrario? Opto por la tercera y devastadora vía: toda la ropa de invierno encima de la cama y todas las cajas y bolsas del altillo en el suelo, junto con la amalgama de botines forrados de borreguito que coexisten con las sandalias veraniegas. La visión es desoladora. Me siento en medio de la cama en posición flor de loto, junto las palmas de las manos a la altura del regazo, entono un "mmmmm" reparador y me digo: Violeta, ante todo mucha calma. Me armo de valor y como una amazona intrépida inicio la batalla.
La cosa empieza bien. Abro la caja donde pone "pantalones verano", la vacío y voy colocando los pantalones de invierno. Como la ropa de invierno ocupa más sitio, tengo que mezclar en otra caja los pantalones con las bufandas. ¡Ya empezamos! Añado con rotulador en la caja de los pantalones: "bufandas". Los gorros y los guantes ocupan menos sitio que las bufandas y los pantalones. Me arrepiento y saco los pantalones de la caja y reagrupo las bufandas, gorros y guantes en la misma caja. Seguidamente tacho lo escrito anteriormente y así va pasando el tiempo... ¡Ah! ¡Sorpresa! La caja de los vestidos, ya no me acordaba... ¡La prueba del algodón! Ya se sabe que con la edad podemos evolucionar en dos direcciones distintas: te "ajamonas" o te "amojamas". Yo sólo os digo que me gusta el jamón... nadie es perfecto. Como no me gusta probarme ropa, no me quito la que tengo puesta y me colocó la prenda en cuestión encima de los vaqueros y la camiseta que llevo, no sin un gran esfuerzo. La lucha es encarnizada pues el vestido lucha por encajar bien pero con la ropa que llevo debajo y mi afición al jamón, resulta un poco difícil.
Justo cuando los dientes de la cremallera se te están clavando en la columna, estás sudando como un pollo y a punto de pedir ayuda porque el aire no entra en tus pulmones, se cumple mi particular Ley de Murphy, el día que haces el cambio de ropa, viene visita.
Oigo la voz de Martín:
- ¡Violeta! ¡Violeta! Tenemos visita... ¿Violeta...? ¿Te pasa algo?
Como no respondo, Martín decide subir a ver que me ocurre. La imagen es indescriptible. Estoy de pie, con el vestido presionándome el pecho, con los dos brazos hacia arriba, la cara oculta por el vestido, sólo aparece un ojo por la manga sisa...

- Pero Violeta, mira que eres difícil... ¿Tú no puedes probarte la ropa como las personas normales? ¿No es más fácil que te quites la ropa que llevas y luego te pruebes el vestido?
Como no respondo y mis movimientos son los de una posesa, por fin Martín logra bajar la cremallera y vuelvo a la vida. Mi cara es la de "cachondeoelpreciso". Mi salvador, que me conoce como si me hubiera parido, aguanta la risa como puede y baja a atender a la visita sin hacer ningún comentario.
Llega la noche, se van las amistades y cuando vamos acostarnos: ¡Sorpresa! Ya no me acordaba... ¡Aaaah! Solución: toda la ropa de invierno que hay encima de la cama, termina mezclada en el suelo con las prendas de verano, las sandalias y los botines.
Cumplí mi promesa y el domingo por la tarde el objetivo estaba aparentemente conseguido. Digo aparentemente conseguido porque ya sabéis lo que pasa. Cuando todo está bien ordenadito en el altillo, de pronto caes en la cuenta de que no has hecho hueco a los edredones, tienes dos jerséis de lana tendidos en el patio... y vuelta a empezar.
Bueno, comprenderéis por qué es traumático para mí el cambio de ropa. No creáis que soy desordenada, no es verdad. Es que me gusta la variedad, el cambio. Las cosas colocadas siempre de la misma forma no tienen gracia. Esto se lo explico a mi querido Martín que me escucha con una paciencia infinita. Asiente con la cabeza y con cara de "quehechoyoparamereceresto", me contesta con su tonillo irónico:
- Sí. Claro. Ya, ya... Violeta, si yo te comprendo...
Y es que no tengo remedio, en el fondo me gusta el desorden, sólo en el fondo porque no se ve.
Por cierto, todos los años me queda un misterio sin resolver y estoy por escribirle al Iker Jiménez:
¿Por qué cuando has tirado un calcetín, al día siguiente aparece el otro?

miércoles, 18 de junio de 2008

martes, 17 de junio de 2008

La gramática descomplicada



Título: La gramática descomplicada
Autor: Álex Grijelmo
Editorial: Taurus
Lugar y fecha: Madrid, 2006
Páginas: 464


Se publicó hacer un par de años y desde entonces se ha convertido en un libro imprescindible para mí. Es divertido y muy entretenido. Desdramatiza y juega con la gramática. Es un libro eminentemente divulgativo escrito para personas que no son especialistas en gramática. Los ejemplos que emplea para explicar las reglas gramaticales son creativos y muy originales. Es una visión de la gramática diferente y muy atrevida . Sólo hay que leer su título.
Aquí os pongo el enlace para que podáis leer un fragmento del libro y una entrevista con su autor:

lunes, 16 de junio de 2008

La tribu del cansancio

Me cansan las personas eternamente cansadas. Esas que conocemos, que tenemos cerca. Se van arrastrando por la vida con el saco del cansancio ajeno. Nunca las verás estresadas ni apuradas por nada. Sólo de pensarlo se cansan. No tienen grandes preocupaciones ni contratiempos, pues sólo imaginarlos les provoca ese cansancio infinito que imprime a su vida un ritmo tedioso y amargado. Llevan el peso acumulado de los cansancios prestados.
Vienen de vuelta, con paso cansado, ya no se preocupan por nada porque nunca se han preocupado. Vomitan esa letanía cansina y repetida del "nopuedoconmivida". Están asqueadas y aburridas por la inmovilidad permanente que desde siempre está, tozudamente, instalada en sus vidas.
Invierten gran parte de su tiempo en espectaculares campañas publicitarias para vender su cansancio secular, acumulado tras largos años de entrenamiento diario. Critican con vehemencia a quien trabaja, se compromete o se divierte. Estas personas son hábiles en las distancias cortas. Si no estás alerta, te parasitan hasta el aliento. Te inoculan el virus del hastío y del aburrimiento. Siempre están ofendidas y enfadadas porque no reciben el reconocimiento merecido por los servicios prestados durante tantos años de rudo e intenso ejercicio dedicado a cultivar, con intensidad, esa atávica e inmemorial flojera por la vida, las amistades o el trabajo.
Las personas eternamente cansadas me disparatan, me enervan y sobre todo me cansan infinitamente. Lo dejo... estoy terriblemente cansada...

sábado, 14 de junio de 2008

Queridos miembros y miembras



Queridos miembros y miembras, amigos y amigas de la que suscribe:

Estos días he reflexionado sobre lo rancios y rancias que somos en este diverso país. Durante esta semana el país se ha paralizado, ha ocurrido una hecatombe. Hemos dejado de respirar y nos hemos quedado sin aliento. Casi nos cortamos las venas y nos rajamos las vestiduras, que con el calor que va haciendo no estaría mal… Se ha cometido un atentado lingüístico irreparable para las generaciones posteriores. No nos ha importado que en el súper no haya leche ni yogur ni que España goleara a Suecia. Nuestra mente estaba ocupada por las palabras de la Ministra Bibiana Aido. Ella dijo “miembras” y un escalofrío general recorrió nuestra piel de toro y una hora después, también Las Canarias.
Todo tiene su lado positivo, durante estos días hemos aprendido mucho sobre la lengua. Ríos y ríos de tinta han corrido para explicarnos que el lenguaje no es sexista, que “miembras” es una palabra que no está aceptada por la santísima RAE, que lo genérico es el masculino por aquello de la economía del lenguaje. Gregorio Salvador, académico de la lengua, que no académica, ha sentenciado: "Eso sólo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo”. Si es que es una inculta, la pobre.
Digo yo que cuando mi profe (palabra sí recogida en el diccionario: apócope de profesor, -a)) de lengua me explicaba lo de la sincronía y diacronía del signo lingüístico, lo de la mutabilidad e inmutabilidad de la lengua era una estupidez. Antes de incluirse la palabra jueza o abogada en el diccionario ¿era incorrecto su uso? Menos mal, que otro Salvador en este caso Gutiérrez (catedrático de Lingüística General de la Universidad de León), pone un poco de sentido común al tema y nos dice: "La lengua es el organismo más democrático que existe en el mundo".
En el fondo de esta polémica subyace ese machismo reconcentrado de algunos miembros de esta sociedad que se resisten a que se haga visible la otra mitad miembra de la población, que también existe.
Creo que como la Melanie con su Antonio, me tatuaré "miembra" en mi antebrazo izquierdo.

viernes, 13 de junio de 2008

La neblina del ayer





Con este bolero Leonardo Padura comienza su libro La Neblina del ayer. Desde la primera página, el libro te atrapa hasta el final. La novela es como un bolero nostálgico y melancólico que te va meciendo suavemente, transportándote, con continuos flash-backs a la Habana de la dictadura de Batista con sus casinos, cabarets y gánsters.
Retrata la decadencia y la miseria moral y estructural de la Habana actual a través de los distintos y variados personajes que conforman la novela.
El protagonista es Mario Conde, antiguo policía, que se dedica a la compra-venta de libros antiguos. De manera fortuita, se encuentra con una valiosísima biblioteca que puede suponer un negocio redondo para él y un alivio para su penosa situación económica. Al revisar uno de los libros, se encuentra con una hoja de revista donde aparece Violeta del Río, una famosa cantante de boleros de los años 50, que anuncia su retirada en la cumbre de su carrera. Atraído por la belleza y el misterio de su desaparición, Mario inicia una investigación que le llevará a un desenlace inesperado.
Muy interesante y sorprendente.

jueves, 12 de junio de 2008

El señor Manuel y la fábrica de Coca-Cola



Tuvimos que dejar nuestro barrio porteño. Mi hermana Gardenia acababa de nacer y en el “cuarto de casa” donde vivíamos, éramos multitud. Nos trasladamos a otro barrio. Ya no se veía el mar cuando llegaba de la escuela y no podía ir corriendo descalza hasta la playa. Eran altos edificios, todos iguales, sin ropa de colores tendida en los balcones. Cambiamos las estrechas y bulliciosas calles de mi querido barrio por grandes avenidas llenas de coches y autobuses que vomitaban humo.
Después de mi experiencia escolar con la Academia Lux y la señorita Martirio, llegó el momento del Instituto. Tenía más de media hora de camino hasta llegar a él. El autobús sólo era un privilegio para los días de lluvia abundante, ya que nuestra economía familiar no permitía el gasto que suponían cuatro viajes al día.
Sin embargo, el paseo hasta el Instituto tenía un aliciente: la Coca-Cola y el señor Manuel.
Más o menos a mitad de camino, estaba la fábrica que exponía su interior a través de unas grandes cristaleras que llegaban hasta el suelo. Siempre que pasaba por allí, me alucinaban esas enormes cubas de acero inoxidable, brillantes, impecables y llenas de un líquido espumoso de color chocolate que continuamente era batido por unas enormes turbinas. Después estaba la sala de embotellamiento. Miles y miles de botellas de Coca-Cola aparecían y desaparecían por un laberinto de cintas automáticas. Me gustaba el ruido ensordecedor que provocaban las botellas al chocar unas con otras. Por último, las botellas ya llenas y cerradas caían, por arte de magia, en sus correspondientes cajas de plástico rojo y eran transportadas por otra cinta hasta el interior de otra sala que no alcanzaba a ver. Me quedaba encandilada hasta que llegaba Pilar, una compañera de Instituto.
El señor Manuel siempre estaba allí, en su cabina acristalada, con su pantalón gris y su camisa blanca en la que tenía bordadas en rojo las inconfundibles letras. Todas las tardes salía de su cubículo, nos saludaba y nos echaba el mismo sermón:

- Nenas, tenéis que aplicaros, tenéis que estudiar. Las mujeres dentro de unos años tendréis el mundo en vuestras manos y debéis estar preparadas para ello. Que nadie abuse de vosotras ni os engañe…Miradme aquí, 10 horas de trabajo, mal pagado, mal mirado y sin protestar… con la edad que tengo…

La verdad sea dicha, por aquel entonces, mucha atención no le prestábamos. Pero la tarde de los viernes era especial. El señor Manuel salía de la cabina con dos grandes coca-colas fresquitas de las de medio litro, no sin antes preguntarnos si habíamos hecho los deberes durante la semana y habíamos estado atentas en clase. Al final de cada trimestre nos regalaba, a veces, una gorra; otras, unas gafas de sol de cartón o una camiseta. El decía que era un premio que nos merecíamos porque el estudio era nuestro trabajo y estábamos construyendo país, porque la juventud era el futuro, bla, bla…
Por supuesto, nuestras conversaciones con el señor Manuel y sus regalos eran absolutamente secretos y resultaban una trasgresión prohibida pero irresistible. Tomarse una Coca-cola era, en aquel momento, un privilegio sólo reservado para las grandes ocasiones. Además, estaban las leyendas urbanas que decían que si le echabas a un filete de carne un chorrito de aquel preciado líquido salían gusanos, que servía para limpiar los cristales del coche, para aflojar un tornillo oxidado, que los policías americanos llevaban garrafas de Coca-cola para limpiar la sangre de la carretera cuando había un accidente y cosas así...
El nacimiento de mi hermana Loto supuso otro cambio de residencia y con ello acabaron los encuentros y conversaciones con el señor Manuel. Lo vi años después, en una visita que organizó el Instituto a la fábrica. Pilar y yo estábamos emocionadas no por la visita, sino por saludar al Señor Manuel y decirle que ya estábamos en el último curso y que al año siguiente iríamos a la Universidad. Él nos reconoció al instante, nos dedicó una gran sonrisa y un fuerte apretón de manos, pues ya éramos unas mujeres hechas y derechas, nos dijo. Y como siempre inició la retahíla de preguntas sobre nuestros estudios. Le contamos nuestros proyectos e ilusiones. Entonces sacó un pañuelo de su bolsillo, con la excusa de que le picaban los ojos a causa de toda la porquería que echaba la fábrica. Se había emocionado.
Se despidió de nosotras y con un guiño picarón nos dijo:

- Dad caña a esta gente, ya sabéis que son unos explotadores...

Y así fue, como adolescentes “progres” de aquella época hicimos lo que creímos unas inconvenientes e incómodas preguntas que el gerente respondió con toda soltura, sin perder la compostura y con una irónica sonrisa en sus labios... Y con la ingenuidad propia de la edad, tuvimos un gesto digno y solidario, puramente testimonial, con todos los explotados y explotadas del mundo: nos negamos a coger las camisetas y gorras con las que nos querían obsequiar. Salimos todas con el corazón en la boca, habíamos hecho una “gran hazaña”, no nos íbamos a vender por unas camisetas, por mucha multinacional que fuera.
No volví a ver al señor Manuel, pero forma parte de la lista de personas entrañables que conforma el mosaico de tu vida.
La fábrica ya no existe. Fue demolida y en su lugar se van a construir pisos. La asociación de vecinos y vecinas del barrio se opuso a su demolición. Querían conservar el edificio para uso deportivo y cultural.
Pero ya se sabe, la “pela es la pela”, “la chispa de la vida” y siempre manda.

martes, 10 de junio de 2008

Para las princesas de porcelana, Ana y Mía

Los tips no ayudan a perder peso, ni a estar más guapas, ni os convertirán en princesas. No os engañéis, ayudan a morir.

Estas webs os pueden ofrecer ayuda:


Asociación de Lucha contra Bulimia y Anorexia
Asociación Contra la Anorexia y Bulimia
Tú eres más que una imagen: Linea de ayuda contra la anorexia
Asociación Valenciana Contra Los Trastornos Alimentarios
Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexía Nerviosa y Bulimia
Sitios para denunciar blogs pro-anorexia

Campaña contra la anorexia:

http://www.teoriza.com/posiciona-contra-la-anorexia/


Esta página web propone una iniciativa para luchar contra la anorexia. Sólo nos ocupará unos minutos. Se trata de escribir una entrada incluyendo alguna de las palabras clave que utilizan las personas que tienen esta enfermedad, para así expulsar de las primeras posiciones de los buscadores, a las páginas que sin escrúpulos, animan y asesoran la práctica de esta enfermedad.

lunes, 9 de junio de 2008

Capítulo III: El legado (Violetas con historia)







Teníamos instrucciones muy precisas. A las nueve de la mañana debíamos estar en la puerta del único tinglado₁ del puerto viejo que quedaba en pie. Recibiríamos una llamada de Olivia Menta, indicándonos el lugar exacto de la cita. De repente, sonó lo que parecía un estrepitoso cañonazo. Las tres nos quedamos paralizadas.
- Pero ¿qué ha sido eso?- dijo Loto.
- Me ha parecido un cañonazo, pero no puede ser…- dudó Gardenia.
Vimos como salía humo de la bocacalle que desembocaba en la Plaza San Miguel. Fue entonces cuando caí en la cuenta que era 29 de septiembre, San Miguel, patrón del barrio marinero.
- ¡Que es la fiesta Mayor del barrio y hoy es el día del cañón!- exclamé emocionada.
- ¿Qué cañón, Violeta?- dijeron mis hermanas un poco exaltadas.
- Que sale un tío vestido de Napoleón, tirando cañonazos de caramelos y dulces.
- ¡Anda ya!- incrédulas mis hermanas.
- ¡Qué sí, ya veréis! ¡Vamos a la Plaza San Miguel y lo comprobáis!
Y me vi allí, con mi vestido de piqué y mis Merceditas de charol negro, esperando con impaciencia y nerviosismo, la consigna ya conocida y repetida: ¡Señor rector, queremos el cañón! Las puertas de la iglesia se abren y aparece el cura tirando del cañón. Hace entrega solemne del mismo a “Napoleón” que se dispone a cargarlo de pólvora y caramelos. Y de golpe, perfectamente sincronizados, todos los niños y niñas del barrio nos tiramos al suelo, unos encima de otros, riendo y gritando. Y: ¡Buuummmm! Primer cañonazo. Los caramelos volando por los aires y toda la chiquillería, hecha un amasijo de brazos y piernas, nos levantamos apresurados para recoger los preciados dulces y caramelos. Nos recorrimos todas las calles del barrio a cañonazo limpio. Al final de la mañana, me picaban los ojos y la garganta, me dolían los oídos y me escocían las rodillas, pero estaba feliz.
La llamada de Olivia Menta me devolvió a la realidad. Nos esperaba en la calle Baluarte, 112. Subimos por una estrecha escalera, sin apenas luz, tropezando unas con otras y riendo, hasta que llegamos al último piso, que resultó ser un minúsculo ático de dos habitaciones. El intenso olor a mar de aquella pequeña terraza, me recordó como al volver de la escuela, tiraba la maleta de libros y las sandalias en la escalera del edificio donde vivía mi abuela. Corría hasta la playa para darme un chapuzón antes de almorzar. Y parecía que escuchaba, nítidamente, las voces de mi madre y mis tías desde el balcón de la casa: ¡Y esta niña! ¡Tiene vicio con la mar!
Olivia Menta era menuda y muy vivaracha. Nos ofreció café con leche condensada y no le supimos decir que no. Sus vivos ojos nos miraban con un inusitado interés y moviendo la cabeza continuamente, asentía. No dejaba de decir lo mucho que nos parecíamos a la abuela Violeta.
Después de un rato de preguntas sobre nuestra vida, se dio cuenta de la evidente impaciencia que empezábamos a manifestar y nos dijo:
- Sé qué estáis expectantes y tenéis muchas preguntas sobre vuestra abuela y su militancia en el AUM. Hoy tengo un poco de prisa porque tengo que hacer otra entrega, pero no preocuparos, ahora mismo os transfiero el legado de mi querida amiga Violeta. Necesito vuestra ayuda, ya que son varias cajas y yo, ya veis, no estoy para muchos trotes.
Mientras la seguíamos hasta su alcoba, yo imaginaba no sé qué clase de baúles historiados, pero resultaron ser tres cajas de cartón a rayas de colorines de las que venden en los “chinos”. En las tapas de las cajas estaba escrito con leras mayúsculas AUM: Sección Violetas.
Olivia miró el reloj de pared que tenía colgado en la pequeña salita y le entró una prisa incomprensible. Nos dijo que teníamos que despedirnos, empujándonos hacia la puerta. Ante nuestras tímidas protestas, se ofreció a concertar otra cita con nosotras, puesto que tenía que darnos instrucciones precisas sobre la conservación del legado.
Cuando ya habíamos descendido la mitad de la escalera, no pude frenar mi impulso y volví a subir. Abrió una Olivia con cara contrariada, pero esa circunstancia no me contuvo:
- Olivia, sólo quiero que me responda a una pregunta.
- Diiiime…- me contestó con tono aburrido.
- ¿Qué es el AUM?
Me miró muy fijamente y susurró:

- El Álbum Universal de las Mujeres.




Imágenes de la Galería pública Barceloneta

(1) Tinglado: "...aquellas enormes naves llenas de ves a saber cuántos tesoros traídos en barcos exóticos. Gozaba pensando en qué debía haber dentro. ¿Qué contenían? Ya hacía tiempo que había preguntado qué era un "tinglado" y me sabía poseedora de un conocimiento que no todos los niños tenían, sólo los que estábamos relacionados con el puerto de alguna manera. En aquellos almacenes se acumulaba todo lo que transportaban los cargueros que atracaban en los muelles y todo estaba mezclado. Me imaginaba entonces que todo estaba metido allí de forma desordenada y en la mente veía imágenes de objetos inimaginables para los adultos, apilados en montañas descomunales donde era difícil encontrar nada. Y me preguntaba cómo podían localizar algo después. Fui muy consciente, ya desde entonces, de lo que quería decir el concepto: "Esto es un tinglado". (Bella y exacta descripción de Gardenia Turpin, alias la nocturna)

domingo, 8 de junio de 2008

La M manda

La M manda y molesta. No se modera. M de maldad y miseria. Menosprecia, sin matices, con su mensaje malévolo. Margina y marchita sin miramientos. Y nos dice mira:

sábado, 7 de junio de 2008

Huele a verano...

La pereza consentida, hoy no me deja escribir. Estoy vaga, remolona, indolente, holgazana y mi ritmo vital es el de esta magnífica canción:



Summertime....and the livin' is easy

Fish are jumpin'...and the cotton is high

Yo' daddy's rich...and yo' mama's good-lookin'

So hush little baby......don't you cry

One of these mornin's..you gonna rise up singin'

You gonna spread your little

wings...and you'll take to the sky

But 'till that mornin'...there ain't nothin' gonna harm you

With yo Mama and Daddy...standin' bye

(instrumental break)

Now it's summertime....and the livin' is easy

Them fish are jumpin'...and the cotton's 'bout waist high

Yo' daddy's rich...and, ya know yo' mama's good-lookin'

Now hush little baby......don't....you cry

Summertime....

Ah said it's summertime

viernes, 6 de junio de 2008

Felicidad...

Dedicada a Hipnosi nocturna


No tengo claro si es una palabra que me gusta. Me resulta ambigua, caprichosa y subjetiva. Lo que nos hace felices a algunas personas, resulta incomprensible para otras. Nunca he entendido a las personas que son capaces de llorar porque su equipo deportivo favorito pierde un partido o una final. Sin embargo, es así y sus sentimientos de infelicidad son verdaderos. Tener casa propia para muchas personas es motivo de felicidad, pero relativa: ¿Hablamos de las hipotecas? O ¿hablamos de la felicidad de la persona que no tiene donde dormir, sin posibilidad de casa, ni de hipoteca, ni de alquiler y su único instante "feliz" es encontrar un rincón donde poder refugiarse durante unas horas?
Hace algunos años me ocurrió una anécdota curiosa a cuenta de la felicidad. Me había ausentado de mi trabajo a causa de la última de las infinitas travesuras de uno de mis hijos, con resultado de varios puntos de sutura en la cabeza. Un grupo de alumnas de la clase que estaba junto a la mía, me preguntó por el motivo de mi ausencia. Les comenté lo que me había sucedido y sorprendidas por mi respuesta me preguntaron:
- ¿Pero tú estás casada? ¿Tienes hijos?
- Sí, tengo dos hijos- contesté.
- Nunca lo hubiéramos dicho.
- Pero, ¿por qué?- pregunté muy sorprendida.
- Siempre te vemos tan contenta, tan alegre y feliz… Pensamos que eras soltera, hija.
Para ellas resultaba del todo incomprensible que una mujer con pareja e hijos y trabajando “fuera”, pudiera ir por la vida así de feliz. Me sometieron a un interrogatorio de primer grado para hacerme la ficha completa: cuántos años tenía, cuantos años llevaba casada, qué edad tenían mis hijos, si me ayudaba alguien en casa, si tenía familia cerca…
Claro, era evidente para ellas:
- Mírala y tan contenta. Casada, dos hijos, trabajando dentro y fuera de su casa y con la familia muy lejos; sola, la pobre… Si es que es muy joven. Eso será…
Para después sentenciar:
- Niña, pues disfruta ahora, que ya te enterarás…
Estas mujeres, con la perspectiva que proporciona la edad, tenían claro lo efímero de la felicidad y la importancia que tiene ser conscientes de este hecho y atrapar esos pasajeros momentos. Con esto no quiero decir que estemos en permanente estado de infelicidad. Lo que sí parece ser es que los momentos de “gran” felicidad se producen, a veces, después de momentos de gran esfuerzo, en los que hemos tenido que trabajar duro, nos hemos sentido agobiados y no precisamente felices, para después conseguir aquello por los que hemos luchado. Es contradictorio, parece que continuamente invertimos nuestro tiempo en conseguir aquello que creemos que nos va hacer felices con mayúsculas.
Pocas veces utilizamos el adjetivo “feliz” para describir situaciones satisfactorias y agradables para nuestro ánimo. Sacamos una ristra de sinónimos para ello: contenta, alegre, orgulloso, encantada, etc. La palabra “feliz” quizás parezca un poco pastelosa. Por ejemplo, hace un rato, me he levantado de la silla y me he asomado a la ventana. He encendido un cigarrillo. La sensación ha sido muy agradable: día soleado, vista bonita, calle tranquila, hoy es “san viernes”… ¿He sido feliz? Probablemente, pero nunca lo hubiera expresado así. Si venimos con mal humor de nuestro trabajo porque hemos discutido con un compañero o compañera, lo habitual es que digamos que estamos cabreados, agobiadas, enfadados. Nadie dice: ¡que infeliz he sido hoy! Parece que las palabras felicidad e infelicidad las guardemos para las grandes ocasiones.
Pienso que no podemos estar en estado de permanente “felicidad” o “infelicidad”, debemos ser tolerantes ante la frustración y actuar como un equilibrista en la cuerda floja, unas veces hacia un lado y otras, hacia el otro con la posibilidad de andar o desandar lo recorrido en soledad o con compañía; sin quedarnos catatónicos, inmóviles en mitad de la cuerda y contemplando el vacío. Nuestra cintura tiene que ser ancha y flexible para movernos con soltura por la vida.
A menudo, personas muy cercanas, cuando comentan alguna peculiaridad de mi carácter dicen: ¿Violeta? ¡Ella es feliz! Al principio, me sentía molesta, porque parece que ser o sentirse feliz de manera habitual, es sinónimo de despreocupación y un signo que caracteriza a una persona “vivalavirgen”. Pues no es así, quizás tenga que ver donde pone cada persona el listón de su ambición. Es buscar el equilibrio entre el esfuerzo que estás dispuesta a hacer y el resultado que vas a obtener. Preguntarte y analizar si merece la pena emprender un viaje, si a lo mejor el destino elegido no es el adecuado y decidir lo que te permite respirar a pulmón abierto, sin ahogos.
La definición de la Real Academia de la Lengua Española, disculpen los señores y señoras académicas, se queda muy, pero que muy corta. Dice:

(Del lat. felicĭtas, -ātis).
1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.
2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.
3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.

Si hiciéramos una entrevista en la calle sobre la felicidad, tendríamos miles y miles de respuestas distintas. Creo que definitivamente me gusta, me he reconciliado con la “felicidad”. Es una palabra acogedora, tolerante y diversa porque en ella caben todas y cada una de las definiciones personales y únicas de cada uno de nosotros y nosotras. Porque según nos vaya la vida , las personas tenemos diferentes conceptos sobre la felicidad. ¡Y tanto! Podemos preguntar en Somalia o en Irak que es ser feliz, o a una mujer maltratada, o a un inmigrante discriminado y explotado, o...
Me inclino por las palabras de Borges sobre la felicidad: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos un instante, en el paraíso”.
Y os pregunto: ¿Visitáis a menudo el Paraíso?

jueves, 5 de junio de 2008

Cuidemos el medio ambiente hoy y todos los días del año: Día Mundial del Medio Ambiente


www.ecologistasenaccion.org


La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre, tiembla, llora, se duele del dolor más doloroso y es que piensa que ya no la quieren.
La tierra tiene fiebre, tiembla, llora, se duele del dolor más doloroso y es que piensa que ya no la quieren.
Y es que no hay respeto por el aire limpio.
Y es que no hay respeto por los pajarillos.Y es que no hay respeto por la tierra que pisamos.
Y es que no hay respeto ni por los hermanos.Y es que no hay respeto por los que están sin tierra.
Y es que no hay respeto y cerramos las fronteras.
Y es que no hay respeto por los niños chiquininos.
Y es que no hay respeto por las madres que buscan a sus hijos.
La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre, tiembla, llora, se duele del dolor más doloroso y es que piensa que ya no la quieren.
La tierra tiene fiebre, tiembla, llora, se duele del dolor más doloroso y es que piensa que ya no la quieren.
Y es que no hay respeto y se mueren de hambre.
Y es que no hay respeto y se ahoga el aire.Y es que no hay respeto y yo y se llorar más madres.
Y es que no hay respeto y se mueren de pena los mares.
Y es que no hay respeto por las voces del pueblo.
Y es que no hay respeto desde los gobiernos.Y es que no hay respeto por los coches mínimos.
Y es que no hay respeto y algunos se creen diooooooooooooooooos...
La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre, necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
ahhh ahhh
La tierra tiene fiebre,
La tierra tiene fiebre,
La tierra tiene fiebre,


La tierra tiene fiebre,
La tierra tiene fiebre necesita medicina y un poquito de amor que le cure la penita que tiene.
Y es que no hay respeto por el aire limpio.
Y es que no hay respeto por los pajarillos.Y es que no hay respeto por la tierra que pisamos.
Y es que no hay respeto ni por los hermanos.
Y es que no hay respeto por las voces del pueblo.Y es que n hay respeto desde los gobiernos.
Y es que no hay respeto por los coches mínimos.
Y es que no hay respeto y algunos se creen diooooooooooooooooos....

miércoles, 4 de junio de 2008

Recordando a Victor Jara







Un juez reabre el caso del asesinato de Víctor Jara
MANUEL DÉLANO - Santiago - 04/06/2008
El País

El juez que había cerrado hace unos días la investigación por el asesinato del cantautor chileno Víctor Jara resolvió ayer reabrir el caso, al admitir una petición de la viuda y las hijas del autor para realizar cerca de 40 diligencias que permitan identificar a los autores del crimen.
Hace dos semanas el magistrado Juan Eduardo Fuentes cerró el caso identificando como único responsable al coronel Mario Manríquez, el jefe del campamento de prisioneros políticos del Estadio Chile, donde Jara fue torturado y asesinado cinco días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Su resolución implicaba dejar sin identificar a los autores directos.
Tras la ola de rechazo que su decisión desencadenó en Chile y otros países, el juez acogió las principales diligencias pedidas por el abogado querellante Nelson Caucoto. Entre ellas, citar a declarar a los conscriptos y oficiales que vigilaron a los más de 3.000 prisioneros hacinados en el estadio. Los querellantes quieren identificar a un oficial apodado El Príncipe, que torturó a Jara con saña y que le decía sádicamente "ahora vas a tocar la concha de tu madre", mientras rompía sus manos a culatazos. El cuerpo del cantautor, que era militante comunista, fue encontrado con 34 balazos y sus manos y rostro desfigurados.

martes, 3 de junio de 2008

¡Ah! Se me olvidaba...





Cardito de Puchero
Historias de la educación de adultos
Juan Rincón

Y me ratifico en lo que le dije a mi amigo Juan:

Con "Cardito de Puchero" se recupera la memoria colectiva de un grupo de maestros y maestras que imaginábamos cambiar el mundo... sólo un poquito.


http://carditodepuchero.blogspot.com/

Lecturas de Mayo

Viajeras intrépidas y aventureras
Cristina Morató (Debolsillo)

Las viajeras nos encontramos en serios aprietos. Si no decimos nada más de lo que se ha dicho ya, somos aburridas y no hemos observado nada. Si decimos cosas nuevas, se burlan de nosotras y nos acusan de fabulosas y románticas"
Lady Mary Montagu, Constantinopla, 1718

Tiene un prólogo genial de Manu Leguineche. Es un libro muy ameno y entretenido. Es una crónica sorprendente sobre las mujeres viajeras y aventureras que a lo largo de la historia viajaron por todo el mundo y que lamentablemente, en su tiempo, fueron ignoradas.
Cristina Morató es de Barcelona. Periodista y fotógrafa, ha viajado por todo el mundo escribiendo y realizando múltiples artículos y reportajes.



Narración de Arthur Gordon Pym
Edgar Allan Poe (Alianza Editorial)

Hacía muchos años que no leía nada de Poe. El reencuentro ha sido genial. No había leído esta inquietante novela y os la recomiendo, si no la conocéis. Desde las primeras páginas te sientes atrapada por este misterioso y extraño relato que no te da respiro en ningún momento. El prólogo y la traducción es de Julio Cortázar.

El asombroso viaje de Pomponio Flato
Eduardo Mendoza (Seix Barral)

Como siempre, Eduardo Mendoza, irreverente y divertido. Nuestro Pomponio Flato, detective romano improvisado, investiga un crimen cometido en el siglo I de nuestra era. Se codea con el niño Jesús y sus padres, José y María, en un contexto de corrupción urbanística. Me duró dos tardes.


El viaje a la felicidad
Eduardo Punset

Curioso y discutible libro. Si fuera tan sencillo alcanzar la felicidad con una fórmula... A veces, Punset pierde la olla con sus explicaciones científicas, aparentemente divulgativas, pero es una lectura interesante. Os pongo su fórmula:


Felicidad = E (M + B + P) / (R + C)


Factores significativos:


E: Emoción al comienzo y final de proyecto, M: Mantenimiento y atención al detalle,B: Disfrute de la búsqueda y la expectativa, P: Relaciones personales


Factores reductores y carga heredada:

R: Factores reductores (miedo…), C: Carga heredada (desgaste, estrés…),

Repasando las lecturas de este mes, he caído en la cuenta que todos están relacionados con viajes. Será que están próximas las vacaciones... digo yo.

lunes, 2 de junio de 2008

Web T-incluye

En esta web se pondrá en funcionamiento un analizador para detectar el lenguaje sexista en páginas webs ya elaboradas, ofreciendo soluciones alternativas de redacción. Además, quiere servir como instrumento de ayuda en la producción de materiales en los que se utilice un lenguaje inclusivo.
En este sentido, hay una convocatoria nacional del "Premio a la Web T-incluye 2008" en el que se premiará a las webs que tengan buenas prácticas en la utilización del lenguaje. Las bases están en:

domingo, 1 de junio de 2008

Capítulo II: El secreto (Violetas con historia)

Allí estábamos las tres, muertas de risa y diciendo barbaridades e improperios, como siempre hacemos cuando estamos nerviosas o nos preocupa algo. Habíamos quedado en vernos y charlar antes de acudir a la cita acordada con Olivia Menta. Sentadas alrededor de una mesa, tomando café y fumando como unas posesas, elucubrábamos sobre el misterioso legado de la abuela Violeta, pues habían pasado más de veinte años desde su fallecimiento.
Pensamos que tal vez nos hubiera regalado aquella foto color sepia que tanto nos gustaba a toda la familia y que había provocado no pocas discusiones sobre su destinatario final cuando no estuviera mi abuela en este mundo. Aquella imagen era increíble. En el centro de la foto estaba la abuela, rodeada por sus cinco, entonces jóvenes, hijas. Todas vestían de negro y llevaban un delantal blanco ribeteado con encajes de blonda. A la altura de su cintura había una mesa con una gran bandeja de mimbre, alfombrada con hojas de higuera, en la que había decenas y decenas de pescados y mariscos frescos. Mis tías estaban sonrientes y relajadas, se notaba que se habían acicalado para la ocasión. Mi abuela, en el centro, firme y erguida como un palo, tenía los brazos puestos en jarra como diciendo “aquí estoy yo”.
Desechamos esta idea porque no sabíamos como relacionarla con Olivia Menta y el AUM. Mi hermana Gardenia, siempre creativa para dar soluciones, sugirió que quizás hubiera en el portarretratos un documento oculto que… Le dijimos que había visto muchas películas y a otra cosa mariposa.
Tampoco podía tratarse de dinero porque la abuela no tenía un duro. Sus hijas Marina y Enriqueta, que estaban solteras y eran económicamente independientes, se encargaron de que nada le faltase. Mis hermanas apuntaron la posibilidad de unos ahorrillos. Negué categóricamente. Gardenia y Loto me preguntaron porque estaba tan segura, quizás cabía la probabilidad de que hubiera ahorrado su pensión. Que no, que no podía ser y ya está. Ante mi obstinada respuesta, mis hermanas iniciaron el ataque.
- Pues tú sabes algo y no lo quieres decir-me inquirió Loto.
- Venga, suelta por esa boquita…-me animó Gardenia.
Con la cara más seria que fui capaz de poner, les solté:
- La abuela Violeta era ludópata.
Las caras de mis hermanas eran un poema. Y las dos al unísono:
- Pero que diiiiices…
- Sí, era un secreto familiar, pero ya veis, no lo puedo ocultar por más tiempo- dije con solemnidad.
- No me dirás que jugaba al póker o era una binguera- alucinaba Loto.
- No, era algo peor, era una ludópata del parchís.
Pasamos tres segundos en silencio, hasta que no pude aguantar más y me dio un ataque de risa que fue correspondido con una avalancha de insultos, protestas y manotazos que no pude esquivar.

Les conté que la abuela Violeta se gastaba su escasa paga mensual en aquellas antológicas partidas de parchís que jugaba con su hija Magdalena y sus dos vecinas. Mis hermanas no recordaban aquel episodio porque Loto todavía no estaba en el mundo y Gardenia era muy pequeña. Me animaron a contar la historia.
Mi tarea de todas las tardes de verano, durante varios años, fue acompañar a mi abuela a casa de mi tía Magdalena. Esta situación no estaba exenta de secretos y peligros. Esperábamos a que mis tías Marina y Enriqueta durmieran la siesta, para salir sigilosamente porque teníamos prohibido visitar a mi tía. Magdalena. Teníamos que bajar dos pisos por una escalera angosta y oscura. Era un como espectáculo de funambulismo. Mi abuela bajaba dos o tres escalones, después se daba la vuelta y yo la ayudaba a poner sus manos en el suelo. Como podía, pasaba entre su oronda figura y la pared para situarme la primera por si se caía, pararle el golpe. Entonces, de espaldas y a gatas, bajabamos el resto de escalones con muchísima dificultad, pero eso sí, muy motivadas las dos, ella por el juego y yo porque siempre pillaba alguna chuchería o unas monedillas. Ahora pienso que podríamos habernos matado las dos, ella con casi ochenta años y yo con apenas ocho o nueve, niña flaca y larguirucha.
Con todo el calorín de las cuatro de la tarde, llegábamos a casa de mi tía que ya tenía una mesa preparada en medio de la acera. Y empezaba el juego, a cinco duros la partida. ¡Cinco duros, cada una! La que ganaba se llevaba 20 duros que por aquel entonces era un dinerillo. La tarde pasaba y mi abuela también pasaba del enfado al llanto. No ganaba ni una partida. Entonces, acusaba a mi tía Magdalena de que le hacía trampas. Y era verdad. Yo lo sabía, bueno sabía más, todas en aquella mesa hacían fullerías. Retrasaban las fichas ajenas y adelantaban las propias. Si percibían que yo me había dado cuenta, me guiñaban un ojo y ya sabía que tenía que callar. Era el momento de liar una zapatiesta monumental. Mi abuela decía que mi tía Magdalena era una mala hija, que no la quería, que eso no se le hacía a una madre… Mi tía le decía que como no la iba a querer, pero mi abuela, erre que erre, hasta que la otra se cansaba y le decía que era verdad que no la quería y que no volviera más, porque no sabía perder...Más lloraba mi abuela. La verdad es que teníamos al vecindario muy entretenido.
Despacito, con mi abuela cogida de la mano, llorando como una descosida, desandábamos el camino y retomábamos el imprudente ascenso por aquella escalera, ahora de cara y a cuatro patas. Mis tías nos estaban esperando con cara de pocos amigos. Otra zapatiesta, pero esta vez recibíamos las dos. Ella por su irrefrenable adicción al parchís y yo por acompañarla en aquella aventura insensata. Durante los dos días siguientes, nos castigaban y no podíamos salir por las tardes, hasta que mis tías caían rendidas por el dulce sueño de la tarde y volvíamos a las andadas.
- ¡Vaya con la abuela Violeta!- comentaron mis hermanas.
Nos tomamos el enésimo café y nos dimos cuenta de que se acercaba el momento esperado. Salimos apresuradamente de la cafetería y nos dirigimos hacia la sede del AUM.
(Imagen parchís, Flickr Alcoyano)